viernes, 7 de enero de 2011

La santidad del Joven Cristiano

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LA SANTIDAD DEL JOVEN CRISTIANO
La santidad consiste en una eterna sumisión a Dios.la santidad de Dios debe ser el modelo de nuestra santidad, la que debe ser del espíritu, del cuerpo y el alma la palabra de Dios conduce a la santidad.
La voluntad de Dios es nuestra santificación la santificación es la consagración en cuerpo, alma y espíritu al servicio de Dios y exige la purificación de toda mancha de nuestro ser para si un día poderle ver cara cara.
Dios muestra su gloria por medio de la santificación del creyente. El plan de salvación, por ejemplo es la respuesta de Dios para el problema del pecador (el pecado). Para el cristiano la santidad tiene tanta importancia como para el pecador lo es el ser salvo.
Ahora el día que nuestro señor Jesucristo nos perdonó de nuestros pecados, de nuestros malos caminos, y de nuestra mala conducta, el nos entrego la salvación eterna y esta fue la primera obra de gracia del Espíritu Santo, esto produjo en nosotros un cambio radical en nuestras vidas, el nos hizo santos en su mente, pero nosotros ahora debemos en nuestra mente, cuerpo y alma buscar la santificación día a día, por ejemplos:
2 CORINTIOS 5. 7 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas.

El Espíritu Santo nos produce en la vida, la decisión de separarse de una vida de pecado abandonando el pecado, sin embrago, si bien es cierto en la nueva vida en Cristo comienza cuando el nos perdono, pero la naturaleza de pecado persiste y es ahí donde necesitamos que el Espíritu Santo actué en nuestras vidas a través de una obra santificadora.
Romanos 7. 14 Sabemos que la Ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido al pecado. 15 Lo que hago, no lo entiendo, pues no hago lo que quiero, sino lo que detesto, eso hago. 16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la Ley es buena. 17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que está en mí. 18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no habita el bien, porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19 No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que está en mí.
21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí, 22 pues según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
24 ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? 25¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro! Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, pero con la carne, a la ley del pecado.

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